El cerebro, provocado por el pensamiento y las sensaciones, puede producir cambios físicos a través de dos vías generales: transmitiendo impulsos a los músculos a través del área bulbo reticular, y mediante la regulación y control de ciertas glándulas endocrinas.
Casi todas las emociones pueden afectar al sistema nervioso autónomo. Por ejemplo, una excitación tal como la ansiedad, un espíritu competitivo intenso, o la rabia, pueden causar un aumento nefasto en la presión arterial, palpitaciones y escalofríos. Las emociones como la preocupación, la depresión o el nerviosismo antes e una competencia pueden tener efecto paralizante de toda la musculatura. Algunas veces la excitación y la preocupación se dan simultáneamente, provocando violentas reacciones físicas como trastornos gastrointestinales, incluyendo vómitos y diarrea.
Las tensiones emocionales como la preocupación, la ansiedad y la inseguridad pueden ser perjudiciales en una competición. Al serle arrebatados los agentes nutritivos adecuados por el estrecho flujo sanguíneo provocado por estas emociones, el cerebro del atleta tiende a concentrarse en el último error o fracaso, antes que concentrarse en el triunfo a mano.
Las emociones negativas de esa índole tienen una influencia hipnótica. Los efectos físicos se sienten casi instantáneamente y muchos atletas no han aprendido como hacer frente de forma efectiva a ese grado de autohipnosis. La concentración mental puede disminuir enormemente, yendo acompañada de una debilidad de la voluntad (la determinación de ganar).
La mayoría de los atletas conocen bien los signos y síntomas de las emociones negativas: coordinación interrumpida, propensión a las lesiones, disminución de la respiración, sofocos, visión debilitada, ojos llorosos, músculos agarrotados o calambres, pérdida de la flexibilidad o incluso fatiga muscular.
Según investigaciones, todos los atletas experimentan al menos algunos de estos síntomas físicos frente a la estimulación emocional negativa. La tarea sería la de descubrir que podría hacerse para regular estas reacciones a voluntad antes de que ocurriesen en la competición y sin importar la causa.
Se ha descubierto que las técnicas de entrenamiento mental no solo combaten las reacciones negativas, sino que también abren las puertas de par en par para las reservas de energía escondidas y para la resistencia.
El conocimiento y la aplicación de dichas técnicas a través de un psicólogo deportivo le permitirán al atleta:
La mayoría de los atletas reconocen que del 60 al 90 porciento del éxito en los deportes se debe a factores mentales y al dominio psicológico. A pesar de este hecho, raramente nos encontramos con atletas, tanto aficionados como de competición que practiquen regularmente programas de entrenamiento mental disciplinados y con base científica.
Se busca un “entrenamiento mental” que redunde en estímulo competitivo. Se trata de desarrollar técnicas para el control de la concentración y la intensidad física, utilizar el poder de la mente para perfeccionar la actuación deportiva.
En una primer instancia se intenta fijar un objetivo, viendo donde está ahora ese sujeto en relación a el. Luego por medio de técnicas se intenta visualizar ese objetivo e ir por el.
La respuesta es sencilla a través de un programa y un programa se compone de una orquestación de técnicas que no actúan de forma aislada sino en su conjunto y acompañadas de entrevistas con el atleta.
A modo de resumen la experiencia de rendimiento máximo se caracteriza de la forma siguiente:
Se tiene la sensación de poseer un poder extraordinario que a veces parece que tenga origen externo o que proceda de una nueva fuerza interior.
Se tiene la sensación de estar totalmente inmerso en la actividad de estar en perfecta armonía con la acción en la cual el atleta está ocupado.
Se tiene el sentimiento de alegría y éxtasis “la emoción perfecta”
Es evidente que existen técnicas que pueden aprenderse para ayudar a crear el estado de ánimo de rendimiento máximo.
Y el proceso de condicionar la mente de esta forma no es de hecho diferente del de condicionar el cuerpo.
Es evidente que es una variable crítica y móvil la frecuencia; ya que la misma es factible de modificar en función del objetivo propuesto por el team, por el objetivo personal del atleta, la proximidad de una competencia etc…
En épocas de torneo es probable que dicha frecuencia se acorte así como también que surjan reuniones de grupo adicionales.
Asimismo los periodos pueden alargarse en función de vacaciones o simplemente por que el sujeto lo proponga.
No obstante, y omitiendo individualidades, lo habitual es una frecuencia semanal sostenida en el tiempo para el logro de resultados realistas.
Con respecto a la duración de las sesiones son de entre 40 y 60 minutos aproximadamente.
Lic. Nicole Colet
Psicóloga Clínica
Especialista en Psicología aplicada al deporte