Nadar supone un esfuerzo físico que compromete equilibradamente a todo el cuerpo. Los movimientos que se realizan bajo el agua no implican un trabajo intenso para el aparato muscular porque lo liberan del peso de la gravedad, además, la posición horizontal, facilita el regreso de la sangre que se transporta por las venas hacia el corazón de manera tal que toda la circulación se ve beneficiada por el pasaje del agua.
Cuando se efectúa de manera tranquila, el ambiente acuático induce a la relajación psicofísica de manera integral.